Y aunque los usamos
generalmente para proporcionar sabor y alegría a nuestros platos, lo
cierto es que nos aporta vitaminas A, B y C, folatos, riboflavina,
niacina y minerales como el magnesio, el fósforo, el calcio, el
hierro y el potasio. Además:
La
nuez moscada ejerce un
efecto protector contra el daño hepático o de
prevención de cardiopatías.
No pretendo adentrarme en tecnicismos médicos ni científicos, para
eso, a veces me meto en internet y me dedico a leer algunos artículos
de fuentes profesionales.
Simplemente
el higado tiene una función esencial en nuestro organismo y la nuez
moscada contribuye a su salud. En cuanto al resto del organismo,
dicen que previene trombosis, es un buen antibacteriano, importante
para nuestro sistema digestivo tambíen. Tiene efectos
antiinflamatorios y analgésicos. Además
de servir de rejuvenecedor y afrodisíaco, en
el sistema nervioso que supone una mejora en la concentración,
también es ayuda a
inducir el sueño y combate el insomnio.
Os
aconsejo que la compreis la nuez entera y la ralléis cuando la
necesiteis. Como la mayor parte de las cosas y tal como dice la
tradición, poco es bueno, mucho es malo. En grandes dosis puede ser
tóxico, y si usamos polvos a lo mejor echamos más de lo que
realmente necesita la receta que estemos elaborando. Al rallarla en
el momento, además ganarás en sabor y aroma.
Simplemente
con una pizca de nuez moscada en la receta que elabores, no más de
una cuarta parte de una cucharadita de café, es suficiente para
beneficiarnos de sus propiedades.
Para
platos de carnes, pescados, croquetas o cremas con patata, o simplemente aromatizar el café, la nuez moscada combina
perfectamente. Pero tradicionalmente, en mi casa, se ha usado sólo
para hacer la BECHAMEL porque (no tengo claro el proceso químico)
actua sobre la lactosa y/o caseina de la leche y la hace más
digerible y por tanto más beneficiosa para nuestro sistema
inmunitario.
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